Canciller venezolano destaca paz social y crecimiento económico en ONU.

Canciller venezolano destaca paz social y crecimiento económico en ONU.
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Venezuela tomó la palabra este miércoles en el 79.º periodo ordinario de sesiones de la Asamblea General de la ONU, en medio de una notoria falta de atención de la comunidad internacional. El discurso del canciller Yvan Gil, aunque buscaba presentar una imagen de compromiso y estabilidad, se dio ante una sala casi vacía, con menos de un tercio de las delegaciones presentes al final de su intervención. Esto refleja el creciente aislamiento de Venezuela en el escenario diplomático global.

Durante su discurso, Gil abordó temas políticos internos, resaltando lo que describió como un proceso electoral “transparente y con plenas garantías” en las elecciones presidenciales del 28 de julio, en las cuales Nicolás Maduro fue reelecto. Afirmó que el pueblo venezolano votó de manera “pacífica y masiva”, ignorando el rechazo y las denuncias de la oposición, que considera el resultado un fraude. Dicho esto, Gil denunció la violencia que se desató tras el anuncio de la elección, atribuyéndola a una conspiración de la oposición y a «bandas criminales» apoyadas desde el exterior.

El canciller utilizó su plataforma en la ONU para argumentar que medios de comunicación y organismos internacionales estaban distorsionando la realidad en Venezuela. Aseguró que las versiones sobre la situación de derechos humanos en el país son injustas y favorecen a quienes él considera “victimarios”. Gil criticó abiertamente al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sugiriendo que su reconocimiento de abusos en Venezuela está diseñado para desestabilizar al régimen.

Las acusaciones vertidas por el ministro se centraron en los actores externos que, a su juicio, buscan derrocar al gobierno chavista. Estados Unidos y la Unión Europea fueron mencionados constantemente como los principales instigadores de una supuesta conspiración. Durante su discurso, la delegación estadounidense dio señales de incredulidad, abandonando la sala tras escuchar las afirmaciones de Gil sobre «mercenarios» colaborando con la oposición venezolana en intentos de desestabilización.

Gil también habló de un clima de “paz social” en Venezuela, desestimando las numerosas críticas y sanciones internacionales que el país ha enfrentado en los últimos años. Según el canciller, las sanciones impuestas han tenido un coste económico de alrededor de 642.000 millones de dólares, un golpe que, según él, solo ha fortalecido la resistencia del régimen. Además, pronosticó que los intentos por desestabilizar Venezuela, respaldados por intereses estadounidenses, terminarían en fracaso, tal como ha ocurrido en el pasado.

En el marco de su intervención, Gil hizo un llamado a la unidad y solidaridad con otros regímenes aliados, como Cuba y Nicaragua. Quiso destacar la supuesta fortaleza de Rusia en el contexto de la guerra en Ucrania, tachando la situación de esta nación de “aventura nazi”. También se refirió a otros países con los que comparte lazos ideológicos, como Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Irán y Siria, siempre en un tono de resistencia frente a las potencias occidentales.

Uno de los puntos más polémicos de su discurso fue la mención a Palestina, que para Gil representa el «mayor crimen de exterminio y genocidio» desde la Segunda Guerra Mundial. Criticó la política del Estado israelí en la región, denunciando su implicación en la desestabilización de países como Líbano y Siria, y presentando a Irán como víctima de esta supuesta agresión internacional. Este enfoque resuena con la postura histórica del chavismo, que ha buscado alinearse con luchas anticoloniales y movimientos considerados de resistencia.

La participación de Venezuela en la ONU se presenta como un intento de reafirmar su presencia en el foro internacional, pero la escasa atención a su intervención denota un creciente aislamiento. En medio de un contexto global complicado, con crisis humanitarias y geopolíticas en varias regiones, la retórica de Gil se enfrenta a un escepticismo general sobre la verdadera situación en su país. Esto plantea interrogantes sobre la capacidad de Venezuela para avanzar en el ámbito internacional y las consecuencias de su aislamiento en la política regional y global.


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