El Papa Francisco destituye líderes del Sodalicio por abusos.
El Papa Francisco expulsa a líderes del Sodalicio por graves abusos
El Papa Francisco ha tomado la drástica decisión de expulsar a diez altos miembros del Sodalicio de Vida Cristiana, una congregación ultraconservadora, por graves violaciones a la ética y derechos humanos. Este movimiento, anunciado el miércoles, busca responder a años de denuncias que revelan un patrón de abusos dentro de la organización.
La acción llega en un contexto marcado por el escándalo que rodea al fundador del Sodalicio, Luis Fernando Figari, quien fue apartado de la vida pública en 2015 tras ser acusado de múltiples conductas inapropiadas. Entre los expuestos se encuentra Eduardo Antonio Regal Villa, actual Superior General del Sodalicio, quien desde 2011 supuestamente encubrió abusos sin realizar investigaciones adecuadas. Regal ha sido señalado por permitir que casos de pedofilia, como el del ex sodálite Daniel Murguía, quedaran impunes.
La situación en Sodalicio se complica al incluir figuras clave como Humberto Carlos Del Castillo Drago y el teólogo Óscar Adolfo Tokumura, quienes han sido acusados de perpetuar un entorno tóxico en el que la violencia era la norma. Testimonios de ex miembros sugieren que se vivieron experiencias que van desde abusos físicos y psicológicos hasta suicidios y adicciones. Esta atmósfera ha sido comparada con el régimen de terror de eventos históricos, mostrando una cultura de miedo y represión que ha marcado a muchos jóvenes que pasaron por sus casas de formación.
Críticas a la institucionalidad del Sodalicio han emergido de voces reconocidas, como la del periodista Pedro Salinas, quien ha documentado los abusos a través de investigaciones serias. Salinas ha enfatizado que la estructura de poder dentro del Sodalicio es culpable de los abusos, cuestionando la defensa de que Figari actuara solo. Su trabajo, junto a coautores, ha sido crucial para desvelar la dura realidad que vive la organización, y ha instado a una limpieza a fondo de sus prácticas y liderazgo.
Entre los expulsados se encuentra el arzobispo emérito de Piura, José Antonio Eguren Anselmi, que enfrenta acusaciones de tráfico de tierras y asistencia a delitos organizados. Su reunión reciente con el Papa para expresar gratitud contrasta con las serias acusaciones que empañan su legado y la efectividad de los intentos de regeneración del Sodalicio. Las implicaciones de su presencia entre los líderes severamente criticados por el Vaticano son reveladoras de una red interna que ha permitido que este tipo de comportamientos perduren.
Un comunicado de la Santa Sede ha manifestado el deseo de ofrecer perdón a las víctimas y reconoce la necesidad de justicia y reparación. Aquí se destaca la exigencia de que el Sodalicio abra un nuevo camino hacia la transparencia, reconociendo su responsabilidad en los abusos sistemáticos que han salido a la luz tras eventos investigativos que movilizaron la atención mundial sobre la organización.
No obstante, voces disidentes dentro de la comunidad cristiana y de los propios ex miembros del Sodalicio, como José Enrique Escardó, han afirmado que esta medida no es suficiente. Aseguran que la expulsión de algunos líderes no motiva un cambio genuino en la cultura de la organización y critican que esta acción puede percibirse como una táctica para proteger la imagen de la Iglesia. Escardó sostiene que el mensaje implícito de la Iglesia es que el Sodalicio, en su conjunto, sigue siendo aceptable, lo que le parece inaceptable y un acto de encubrimiento.
La expulsión de estos líderes representa un hito en un largo camino hacia la recuperación de la confianza dentro de la Iglesia y la comunidad de fieles, especialmente en una era donde las denuncias de abusos han ganado relevancia y atención en el ámbito global. Estas decisiones del Papa Francisco reflejan un intento de lidiar con un pasado sombrío que sigue afectando a numerosas víctimas y comunidades alrededor del mundo.
La atención internacional se centrará ahora en cómo el Sodalicio responderá a esta crisis interna y si la expulsión de algunos de sus miembros -aunque significativa- contribuirá a una regeneración real de la organización en cuestiones éticas y morales. Con un claro mandato de cambio y responsabilidad, el futuro de dicha congregación estará en el escrutinio público de la misma sociedad que clamó justicia y reparación por las atrocidades cometidas en sus filas.