Enrique Ortiz: “La historia enseña, no alimenta viejos fantasmas”.

Enrique Ortiz: “La historia enseña, no alimenta viejos fantasmas”.
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El historiador mexicano Enrique Ortiz reflexiona sobre la Conquista y su legado en un nuevo libro

El historiador mexicano Enrique Ortiz, conocido como Tlatoani Cuauhtémoc en plataformas digitales, ha publicado su más reciente libro, La Conquista para gente con prisas. En este trabajo, Ortiz presenta un compendio de relatos que despachan los acontecimientos y personajes cruciales de la Conquista, así como los efectos duraderos que este evento ha tenido en la identidad mexicana. La obra cobra relevancia en un momento en que las tensiones políticas entre España y México resurgen, especialmente acerca de la demanda de perdón del presidente Andrés Manuel López Obrador por las atrocidades cometidas por los conquistadores hace más de 500 años.

En una conversación en el Templo Mayor, antiguo centro del imperio mexica, Ortiz se sumerge en la complejidad histórica que rodea la Conquista. “Una cosa es hacer historia y otra utilizar la historia para hacer política”, señala, destacando la necesidad de abordar el pasado con objetividad, lejos de los juicios maniqueos del bien contra el mal. Su análisis sugiere que a medida que se indaga más en la historia, queda menos espacio para condenar a los actores históricos y sus decisiones.

El recorrido que propone Ortiz inicia en el emblemático sitio ceremonial de Tenochtitlán y culmina en el renombrado Árbol de la Noche Victoriosa, donde se dice que Hernán Cortés lloró su derrota en 1520. Explica que si tuviera la oportunidad de viajar en el tiempo, lo haría a esa fatídica noche, recordando que alrededor de 800 españoles y2,000 indígenas tlaxcaltecas murieron en un enfrentamiento que marcó un hito en la Conquista. Esta derrota se tradujo en una serie de eventos que llevaron eventualmente al colapso de una de las civilizaciones más grandes de su tiempo.

Los personajes clave de la Conquista como Cortés, Moctezuma, Malinche, Cuauhtémoc y Cuitláhuac frecuentemente emergen en la conversación. Ortiz describe su obra como una narrativa accesible que busca desmitificar uno de los momentos más significativos de la historia de México y España. “La Conquista no solo dio origen al mestizaje y a la identidad mexicana, sino que también significó la pérdida de vidas y culturas, un proceso que se ha perpetuado incluso en épocas posteriores”, explica, haciendo hincapié en que los problemas de sometimiento de los pueblos indígenas todavía persisten.

En un mundo donde la polarización es cada vez más pronunciada, Ortiz hace un llamado a la moderación y la empatía. “Es crucial que las naciones, independientemente de su origen, fomenten la comprensión e intimidad con las historias ajenas. Es fundamental que reconozcamos las atrocidades del pasado y, como mexicanos, seamos conscientes del racismo que persiste contra las comunidades indígenas”, afirma con vehemencia.

El historiador también reflexiona sobre la crisis diplomática entre México y España. Aunque no se pronuncia abiertamente sobre si el rey de España debería ofrecer disculpas, sugiere que es esencial una reconsideración honesta de la historia compartida. “Es una herida abierta desde 1521 que pocos han querido abordar de manera efectiva. Los gobiernos han preferido ignorarla en lugar de enfrentarla”, reafirma, sugiriendo que tanto México como España han fallado en su manejo de la narrativa histórica.

Ortiz conecta esta discusión con el actual gobierno de López Obrador, que ha enfatizado la recuperación de la herencia indígena. Sin embargo, el historiador señala que tal enfoque, que a veces menosprecia la herencia hispánica, no refleja la realidad de la diversidad cultural que caracteriza a México. “La mayoría de los mexicanos hemos surgido de un crisol de culturas, algo que incomoda a muchos”, indica, aludiendo a la complejidad de la identidad nacional.

Mientras camina por el centro histórico de la Ciudad de México, Ortiz evoca las imágenes de un pasado que aún se siente palpable. Recuerda que la antigua Tenochtitlán era una de las ciudades más deslumbrantes del mundo, construida sobre un lago y rodeada de volcanes. “Caminar por aquí es recorrer siglos de historia, una historia compuesta por muchas capas”, comenta, aludiendo a puntos de interés como el Tzompantli y el antiguo palacio de Cortés, que aún continúan susurrando secretos del pasado.

Finalmente, Ortiz enfatiza que la historia debería servir como un puente hacia el entendimiento y no como un campo de batalla. “Debemos aceptar lo que ocurrió sin pelear con los fantasmas del pasado. La historia está ahí para aprender, no para vivir en confrontación con lo que sucedió hace 500 años”, concluye, un mensaje que resuena profundamente en el contexto contemporáneo de divisiones políticas y sociales.


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