¿Qué tipo de Estado requiere nuestro futuro? | Opinión
Las Naciones Unidas han convocado a líderes globales a la Cumbre del Futuro en Nueva York, donde se explorarán estrategias para acelerar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La cuestión central es la necesidad de redefinir el papel del Estado ante desafíos globales.
El cambio climático, las crisis migratorias y la reciente pandemia de Covid-19 han revelado la incapacidad de los Estados para abordar problemas que trascienden sus fronteras. A nivel nacional y multilateral, se evidencia una falta de herramientas y fuerza para gestionar fenómenos globales interconectados que escapan a las estructuras tradicionales del poder político.
Los Estados modernos, en su mayoría, han sido diseñados para funcionar en un entorno sin Internet y con economías centralizadas. Sin embargo, este modelo resulta obsoleto en un mundo donde la globalización y la digitalización transforman la movilidad del capital y de las personas. Las dinámicas actuales exigen una adaptación profunda, puesto que las instituciones públicas, que se fundamentan en economías y sociedades de trabajo, ya no pueden competir eficazmente en el contexto mundial actual.
A pesar de algunos avances en derechos humanos y protección social en las últimas décadas, la capacidad de los Estados para enfrentar problemas complejos permanece cuestionada. Una encuesta de la OCDE revela que el 44% de la población mundial carece de confianza en sus gobernantes. Este es un síntoma estructural que subraya una desconfianza hacia las instituciones, afectando a países desde Bolivia hasta Alemania, pasando por Egipto e Indonesia.
En América Latina, esta situación se complica por un legado de desigualdad y crisis política, que a su vez se ha agudizado por una dependencia económica crónica. De acuerdo con la CEPAL, un tercio de la población latinoamericana vive actualmente en condiciones de pobreza. En este panorama, los Estados latinoamericanos enfrentan el desafío de implementar medidas de transición verde y digital, al mismo tiempo que abordan la violencia y otras problemáticas sociales.
El debilitamiento del Estado se traduce en su relegación a un papel subsidiario, donde actúa en áreas que las corporaciones aún no han dominado. Esta realidad es sustentada por una narrativa que considera al Estado solo como un corrector de fallas del mercado. Sin embargo, la economista Mariana Mazzucato señala que la función histórica del Estado ha sido mucho más ambiciosa: actuar como un catalizador de cambios innovadores y un impulsor de transformaciones tecnológicas.
Así, es crucial repensar y reinventar el papel del Estado, especialmente en el Sur Global. La clave no es regresar a modelos antiguos, sino adaptarse a las nuevas realidades. En lugar de reaccionar a las crisis, los gobiernos del futuro deben anticiparse a ellas utilizando herramientas que les permitan gestionar adecuadamente las transformaciones tecnológicas y económicas.
Para lograr esta metamorfosis, hay cuatro pilares fundamentales que pueden servir como base para edificar los Estados del mañana. Primero, es esencial diseñar instituciones que fomenten la colaboración, integrando actores no gubernamentales y construyendo un enfoque más equitativo en la gobernanza, tanto a nivel nacional como multilateral. En este escenario, el Estado debe seguir siendo relevante, sin dejar de reconocer la importancia de otros actores emergentes.
En segundo lugar, es imperativo integrar la innovación en la administración pública. Los Estados deben ser flexibles y capaces de adaptarse a las demandas contemporáneas, alentando la participación social en la formulación de políticas. Esto requiere un rediseño de los espacios de trabajo, promoviendo metodologías dinámicas que incluyan la contribución de distintos sectores de la sociedad.
El tercer pilar aborda la transformación digital. A medida que América Latina se queda atrás respecto a los estándares de la OCDE, es urgente priorizar la inversión en tecnologías que faciliten la digitalización de procesos administrativos y la participación ciudadana. La revolución digital en la región podría resultar en una mejora significativa en la eficiencia y en la calidad del gobierno.
Finalmente, es vital asegurar que los recursos humanos del sector público estén debidamente capacitados y remunerados. Esto es crucial para enfrentar los retos del nuevo mundo, sin perder de vista las desigualdades existentes que perviven en la región. La formación continua y especializada es esencial para que los funcionarios se adapten a las complejidades del entorno actual.
Lejos de limitarse a ajustar estructuras preexistentes, la realidad exige un cambio radical en la forma en que los Estados operan. En este contexto, la Cumbre del Futuro ofrece una plataforma única para discutir cómo construir una gobernanza global que atienda las necesidades del Sur Global. América Latina puede y debe jugar un papel proactivo en este nuevo paradigma, liderando desde la innovación y la equidad, aprovechando las lecciones aprendidas de su historia tumultuosa, y emergiendo como un motor de cambio en un mundo en constante transformación.